Parece que cualquier película de antes de los 2000 ya puede ser considerada como una pieza clásica… quizá por culpa de la nostalgia de los millennials o por las pocas ganas de llegar a ese cine de la Generación Z, pero cada vez es menos el tiempo que necesita la nostalgia para surtir efecto. Burlándose de esta situación y señalando directamente a los culpables, Scream regresa a la pantalla grande para recordarnos los mejores clichés de las películas de horror y las reglas básicas para sobrevivir a éstas. Con menos miedo que en 1996, pero con una buena combinación de dos generaciones separadas por 25 años de historia.
Scream retoma prácticamente toda la idea de la película original: un asesino vestido con una túnica negra y una máscara de Ghostface está aterrorizando al pueblo de Woodsboro. Su primera víctima es una joven de preparatoria, y la primera interacción que tiene con ella es a través de un teléfono de casa y una trivia sobre cine de terror. Sin embargo, la historia comienza a jugar con los elementos clave del universo Scream, tanto para presentar al nuevo cast de personajes como para regresar a los tres protagonistas clásicos de la saga. Esta dinámica es la base de toda la historia, un homenaje que al mismo tiempo se burla de sí mismo, pero que funciona tanto para el fan del horror como para el que solo quiere pasar un buen rato en el cine.
La mala noticia es que esta versión de Scream se preocupa más por presentar referencias, crear conexiones entre todos los personajes y romper la cuarta pared, que por dar miedo de verdad. Quizá es la nostalgia o los tiempos en que vivimos, pero la primera Scream tenía una buena dosis de misterio que lograba hacernos sudar las manos y brincar del asiento. Mientras que la nueva entrega provoca más risas de las que hubiéramos esperado, y lo que más nos termina sorprendido es el gore y lo brutal de algunas muertes. Al final este elemento no demerita la película, pero sí se extraña que el corazón palpite de forma acelerada.
Por otro lado, Scream consigue mantener el misterio alrededor del asesino, y aunque constantemente recurre confundir a la audiencia a través de las meta referencias al género y la serie a través de Stab (la película dentro de la película), el efecto de la revelación no se pierde y resulta en una agradable sorpresa. Al menos durante la función de prensa, Scream comienza con una invitación a no revelar spoilers, similar a lo que se pudo ver antes de Spider-Man: No Way Home, lo que parece indicar que la producción tiene gran confianza en este elemento dentro de la película.
¿Qué pasa con los personajes originales que regresan? Al igual que otras películas bajo el formato de la recuela (remake + secuela), su participación es breve, pero importante. A diferencia de lo que podemos encontrar en los chistes meta y las burlas a Halloween o Viernes 13, el regreso de Sidney Prescott, Gale Weathers y Dewey no busca reinventar a los personajes o ponerlos en un papel incómodo, los tres regresan para dar continuidad a sus historias, actualizar a la audiencia respecto a sus vidas y, en algunos casos, ponerle fin a su ciclo en la saga. Scream consigue un buen equilibrio entre lo nuevo y lo viejo, sin abusar de esto último, y con el lujo de poner a sus personajes clásicos en situaciones que, seguramente, los fans van a amar.
Scream es una increíble sorpresa para la saga, y una gran película de terror. Hay nostalgia, pero también hay una buena actualización para el mito del villano y una agradable “reflexión” sobre la relación entre los fans y sus películas favoritas. Al igual que la primera Scream logró ser una gran actualización de la primera Halloween, esta entrega retoma sin problemas la misma idea que trajo de vuelta a Michael Myers para poner al Ghostface bajo los reflectores con una propuesta digna y divertida de este slasher.