Antiguas leyendas del Medievo Europeo aseguran la fantástica existencia de una honrosa y selecta Hermandad… Nobles caballeros de suprema gallardía que actuaban como vigilantes silenciosos, siempre dispuestos a entregar su vida por la Orden, cuyo objetivo consistía nada menos que en evitar el apocalipsis profético de nuestra raza. Su lucha no se consumaba únicamente contra el ominoso fantasma del destino, sino contra otra organización perfectamente corpórea conocida como Los Templarios, en su trilladísimo afán de dominación mundial a base de artilugios místicos. Fue una gloriosa y cruenta batalla que duro muchos siglos, pero que termino en una aniquilación agónica de la raza asesina a base de inesperadas traiciones. Nadie hubiese imaginado algo semejante.
Oh! virtuosos servidores de la luz ¿quién hubiese pensado que su mayor enemigo se revelarían como la propia Orden? ¿Quien habría imaginado que la vida de los asesinos fuera tomada por la mano de sus propios fundadores? La muerte de La Hermandad no ha sido más que el plan maquiavélico de la Orden solo interesada en explotar hasta lo obsceno a sus fieles acólitos, a fin de amasar una fortuna semejante a la acaudalada Ciudad del Vaticano. Confiados de la penetrante influencia que la Orden posee sobre la consciencia pueblerina, no dudaron en agotar las fuerzas de los respetables guerreros año tras año a base de encargos absurdos y repetitivos cuyo único fin consistía en quebrar su espíritu. Nunca pensaron lo posible de un grotesco desenlace. Las joyas los cegaban.
Sucedió en plena Revolución Francesa cuando el pueblo necesitaba más que nunca la ayuda de sus fieles e invisibles servidores. El sanguinario alzamiento del pueblo parisino contra su opulenta monarquía dejo en descubierto los graves índices de corrupción que anidaban en la Institucionalidad asesina, los hermanos demostraron ridículas habilidades de batalla, precaria planificación de asesinatos y absurdo sentido del disfraz, todo lo cual resulto en un violento escarnio público. Pero Merecido. El robo que la administración de la Orden perpetro contra sus funcionarios evidencio la nula preparación de los mismos al momento de la faena, era claro que solo estaban allí para cumplir con la cronología de los eventos históricos.
La Orden no se contento con este ultraje, sino que demostró sin lugar a dudas lo poco que le importan sus servidores y contribuyentes al anunciar una futura misión de Victoria (sin siquiera terminar de enmendar el despropósito revolucionario) que tratara de aplacar los aullidos de rabia. Pero es demasiado tarde, ha quedado muy claro que los asesinos para ellos son solo un medio para obtener ganancias, nunca un fin que merezca respeto alguno. En su torpeza por acallar la encandecida polémica La Orden ha escupido cualquier sarta de excusas, como cancelar misiones subalternas en París, ofrecer relucientes espejos a los seguidores, o hasta asegurar que cambiaran las condiciones de entrenamiento asesino de ahora en adelante. No son más que promesas vacías de una bestia herida en su punto débil.
Conmovedora tragedia sufrida por La Hermandad de la capucha, víctimas de un padre explotador presa de su infinita codicia. No será lo último que escuchemos de ellos les aseguro, mucho más se retorcerán hasta caer vencidos junto al cadáver de un Príncipe Pérsico que sufrió el mismo destino. Mucho más agonizaran en su inminente camino a la tumba, quizá hasta conseguirán engañar al jurado con la misión de Victoria o alguna otra consecuente, pero el destino es inapelable y su muerte está escrita en piedra. No es mi intención juzgar el comportamiento de la Orden, pero conozco la historia de una gran familia mafiosa que honra con gran orgullo a cada uno de sus integrantes, que asegura sin reparar en gasto alguno todos los cuidados que sus hijos necesitan antes de embarcarlos en la batalla, años de entrenamiento ese es el dogma de la excelencia que les permite garantizar la victoria antes de la lucha, siempre alabada por sus innumerables seguidores.
Oh si, La Orden podría aprender 1 o 2 lecciones de la venerable cofradía de la R estrellada.