Cuando la entrega original de Homefront apareció en 2011, la obra en ese entonces a cargo de Kaos Studios y THQ nos sumergía en un universo alterno dominado por la fuerza armamentista de Corea del Norte, la cual tenía sometida al ahora decadente imperio de los Estados Unidos. Aunque al final el título no igualó los estándares de calidad de los más grandes del género, su interesante historia y atractivo modo online le valió conseguirse varios miles de aficionados por todo el mundo.
Más tarde, THQ se declaró en bancarrota, Kaos Studios cerró sus puertas, y el destino de Homefront era incierto. Y finalmente, después de varios líos legales, la propiedad intelectual cayó en manos de Deep Silver, empresa recordada por distribuir los juegos de la serie Metro, Dead Island y Risen, por dar algunos ejemplos, quien a su vez encomendó el desarrollo de una nueva entrega de la franquicia a uno de sus estudios internos: Dambuster Studios.
Y así fue como, tras cinco años de espera, tenemos ante nosotros Homefront: The Revolution. Entrega cuyos principales objetivos radican en maximizar y pulir todo lo que el primer título había hecho correctamente. ¿Lo lograron? The Revolution es un festival de grandes ideas que desafortunadamente no terminaron de cuajar. Una propuesta definitivamente interesante, de calidad por encima de la media, pero que de nueva cuenta se quedará muy por detrás de los referentes de los shooter.
Filadelfia, año 2029
Primero que nada, a diferencia de lo que se pudiera pensar, Homefront: The Revolution no es una secuela de la primera entrega. En realidad, vendría siendo un reinicio en donde diversos acontecimientos han cambiado para dotar de detalles y complejidad su argumento.
De nueva cuenta, es Corea del Norte la nación antagonista de la obra, cuya expansión comenzó en la década de los 70 gracias a sus avances tecnológicos en el mundo digital. Más tarde se revela que la firma APEX Corporation es en realidad la entidad que controla las decisiones del país oriental, a su vez que esta comienza a adentrarse en otros mercados como el de la guerra. Todo esto ocurre mientras Estados Unidos continúa su lucha contra el terrorismo en el Medio Oriente, las cuales cesan a causa de una terrible crisis económica a causa de los anteriormente mencionados conflictos.
Los Estados Unidos caen en el caos y la deuda a APEX por sus servicios en la guerra se vuelven insostenibles al punto de declararla impagable. Ello lleva a Corea del Norte a invadir suelo americano, no sin antes desactivar las armas de estos, las cuales, para variar, eran proporcionadas por APEX. El país se desmorona y los coreanos inician la explotación de los recursos naturales, no sin antes haber reprimido violentamente a la debilitada sociedad.
El juego nos sitúa en este punto, en el estado de Filadelfia de un utópico 2029, han pasado cuatro años desde que Corea pisó suelo estadounidense. Nos ponemos en la piel de Ethan Brady, un joven y nuevo miembro de la Resistencia que busca expulsar a los invasores de su patria. Con todo el dolor y carencias que ello significa.
La historia de Revolution, cuya campaña logra ser lo suficientemente extensa como para durar alrededor de 20 horas de juego, nos adentra en situaciones poco novedosas para aquellos que hemos disfrutado varios títulos de corte bélico en el pasado. El contexto es interesante, muy cuidado y atrayente, sin embargo, una vez que el jugador es introducido en el programa, todo ello pasa a segundo plano ante un desarrollo plano donde nuestro protagonista no es más que un autómata que se limita a obedecer las órdenes que le otorgan sin cuestionar ni dar alguna opinión al respecto. Carece de humanidad. De igual forma, los personajes secundarios siguen ciertos patrones de conducta “comunes” de acuerdo a su personalidad: La chica dura, el líder atormentado, el anciano símbolo de la rectitud, y el despiadado antagonista. En realidad no hay facetas o elementos memorables hagan de su reparto sobresalir de entre tantas propuestas similares.
Las misiones, por su parte, resulta uno de los elementos más sosos de la obra. Muchas misiones bastarán de trasladarnos de un punto a otro e interactuar con un determinado objeto. Y nada más. Podemos cruzar el escenario a pesar de la numerosa presencia enemiga. Aspectos como la inteligencia artificial hablaré más adelante. Otras actividades como huir, emboscar, asaltar y proteger nos regalan algunos momentos muy divertidos de gran adrenalina pero que muy pronto son opacados por el irregular ritmo de la obra. 5 minutos podemos estar disparando, y los siguientes 15 caminando mientras escuchamos los tediosos discursos de nuestros compañeros.
A pesar de la gran extensión del terreno, una vez completado el título, da la sensación de haber experimentado una muy pequeña parte del aparente gigantesco conflicto del que nos estuvieron hablando durante toda la historia. No sabemos cuánto tendremos que esperar para finalmente llevar la guerra a una escala mucho mayor de lo que hemos podido pesenciar en Homefront: The Revolution, la cual resulta ser no más que un juego de niños.
La Revolución se encenderá con una chispa
En cuanto a la jugabilidad, el título se maneja como nos han acostumbrado los FPS en consola. Podemos desplazarnos con total libertad a través de los escenarios, es posible variar entre diversas armas que van desde cuerpo a cuerpo, pistolas, automáticas y pesadas. Sin dejar de lado las clásicas granadas y explosivos molotov. Todo ello funcionando gracias a una rueda dinámica que permite intercambiar y construir objetos con ayuda de los desperdicios que encontremos escondidos en cada una de las locaciones que visitemos. Un sistema que recuerda mucho al visto en su momento en The Last of Us.
En más de una ocasión nos veremos en la necesidad de utilizar vehículos para desplazarnos por el mapa, por lo que una motocicleta será principalmente nuestro medio de transporte. La configuración de botones empelada para su control es muy semejante a los títulos enfocados a la conducción o de mundo abierto, como es el caso. Conducirla transmite una grata sensación de velocidad que desafortunadamente dura poco en gran medida por el propio diseño del escenario, en donde persisten los obstáculos, avenidas estrechas y baches, impidiendo un desplazamiento fluido. Llega el momento en el que es preferible ir a pie a elegir la motocicleta, a menos que la distancia sea considerablemente amplia.
El peso de nuestro personaje al igual que el manejo de armas toma mucho prestado de lo que en su momento se incorporó en la serie Metro y en el propio Homefront original. Por lo que más allá de la posibilidad de crear tu propio inventario no encontramos mayor novedad.
Quizá el punto más atractivo e interesante de The Revolution es el aspecto de que podemos personalizar a nuestro gusto de las armas que dispones. Para ello, deberemos acudir a una de las “tiendas” que están esparcidas por el mundo, para así cambiar el dinero que vayamos recolectando al completar misiones o saqueando cadáveres para comprar accesorios o armas específicas con tal de combinarlas y conseguir el efecto deseado. Por ejemplo, a un rifle se le puede incorporar una rejilla para mejorar su precisión de disparo, sumar silenciador, tipo de munición, etc. El inventario es tan grande que se puede construir el arma que más se adapte a nuestro estilo de juego. Si esto no fuera suficiente, hasta podemos definir el color.
Otro de los dispositivos que nos será de mucha ayuda durante nuestra travesía en el juego es nuestro teléfono inteligente, por el cual podremos explorar todo el mapa de la zona, así como sus sitios de interés y objetivos actuales. Además, también servirá como correo para recibir información adicional de la misión, del propio universo, e incluso nos permite hackear diferentes artefactos que nos ofrecerán ventajas en combate como trampas, y revelar locaciones ocultas donde podremos hallar atractivas recompensas para nuestro personaje.
Quizá el principal problema con la jugabilidad es el apartado tecnológico del juego, pues en más de una ocasión la tasa de 30 cuadros por segundo se tambalea, perjudicando al dinamismo de la acción y restándole espectacularidad al combate, además de que se vuelve tortuoso para el jugador cuando se ve inmerso en una situación con decenas de personas en pantalla. Percance que también está presente a la hora de manejar. Además, a pesar de su naturaleza de mundo abierto, Homefront: The Revolution presenta muchas pantallas de carga, que no hacen más que cortar el ritmo de las misiones y de la navegación por el mundo.
Continuando por esta vía, aún en los niveles de dificultad más altos, el juego de Dambuster Studios no significa un verdadero reto para los más experimentados del género. Incluso aquellos que estén experimentando un título de disparos por primera vez, tras algunas horas frente al monitor, habrán dominado el comportamiento de los enemigos y su forma de atacar. Igualmente, aun cuando cierto lugar esté repleto de personajes de la facción rival, podemos pasar de largo entre ellos sin morir debido a su torpe respuesta. Sobre los aliados, su presencia resulta intrascendente en combate, ya que al final nuestro personaje toma el rol de “ejercito de un solo hombre”.
El precio de la libertad siempre ha sido alto
Gráficamente el juego se nutre con las bondades del CryEngine, logrando resultados increíbles en los escenarios y rostros de los personajes. El efecto de luces y sombras, sobre todo en las partes que se desarrollan bajo la ciudad, son una delicia. Una vez en el exterior, nos encontramos con paisajes deteriorados, gastados por el inquebrantable azote de la guerra, en su mayoría luciendo un ambiente triste y nublado. Sin embargo, el sistema de día y noche funciona de forma perfectamente, en ocasiones seremos testigos de bellos amaneceres y tranquilos atardeceres. ¿O por qué no? Luchando por nuestra supervivencia bajo una fuerte lluvia.
Los personajes, por su parte, se muestran bien proporcionados, con una gran cantidad de detalles tanto en su vestimenta como en su rostro. Por ejemplo, la ropa cuenta con movimiento y reacciona dependiendo a la situación a la que sea sometido el sujeto. Si están bajo una tormenta, se mojará, en ambientes secos, se nota sucia. SI el hombre es acribillado, esta se manchará con su sangre uniformemente. El trabajo con los rostros es igual de alucinante, ya que los gestos y expresiones logran trasmitir emociones de sus protagonistas al espectador. Un apartado muy bien logrado.
Sin embargo, el gran trabajo gráfico del estudio palidece a la hora de exprimirlo con el diseño artístico de la obra, el cual es nulamente innovador e inspirado. Los escenarios parecen una calca de los barrios de Battlefield o del propio, de nuevo, The last of Us. La urbe en sí es aburrida y no tiene puntos de gran interés que realmente saquen partido del tan poderoso motor gráfico. Mismo caso ocurre con la vestimenta de la Resistencia, que parece extraída de cintas como Terminator. Se extraña un poco más de originalidad por parte de sus responsables para jugar con un concepto que pintaba para mucho más.
El apartado sonoro, en cambio, presenta un altísimo nivel impactando con lo amenazador y espectacular que se escuchan tanto las explosiones como los disparos de nuestros enemigos. El ambiente cobra vida al dotar de personajes secundarios de líneas propias, así como el propio escenario que logra de gran manera hacernos sentir parte de un sitio controlado por un estado opresor y malévolo. El título manifiesta un soberbio trabajo en su doblaje a pesar de lo cliché de sus personajes, estos suenan bastante convencidos de sus intenciones y rara vez se sienten sobreactuados. El audio sólo está presente en inglés, aunque en Deep SIlver han hecho un excelente trabajo con la localización de la obra, presentando subtítulos correctamente traducidos a un español neutral que va a satisfacer a jugadores que hablen castellano. El soundtrack, quizá pasa un poco desapercibido pero funciona bien a la hora de acompañar nuestro andar por las calles de Filadelfia y cuando estamos frente a la acción.
A diferencia de la primera entrega de la serie, Homefront: The Revolution no posee un modo online tan amplio de modos. Bautizado como Resistencia, esta variante reúne a dos facciones en misiones de ataque y defensa. Al igual que en la Beta, deberemos antes que nada elegir a un personaje, de más de una decena disponible, cada uno con sus características especiales, al cual debemos ir mejorando con el paso de las partidas con puntos de experiencia. Las partidas son frenéticas e involucran mucha comunicación por parte de los integrantes del equipo para determinar la mejor estrategia a seguir. El diseño de niveles permite toda clase de formas de combatir y defender la posición, aunque más pronto que tarde, el modo se vuelve repetitivo y, por ende, aburrido. Muy pronto querrás regresar a la campaña y tratar de descubrir todos sus secretos que los desarrolladores han escondido en numerosos puntos.
La más reciente obra de Deep Silver y Dambuster Studios es una propuesta entretenida, recomendable y con un gran potencial que desafortundamente se queda a mitad de camino en prácticamente todos los campos que la componen. No se confundan, vale la pena adentrarse en este fatídico universo, más con la esperanza de que sus responsables liberen con el tiempo ciertas actualizaciones que mejoren un poco más la experiencia.
Sin embargo, mientas no lo hagan, Homefront: The Revolution es un intento fallido de ponerse cara a cara con los máximos exponentes del género, los cuales quizá no ofrecen una campaña tan larga ni compleja, pero sí mucho más desafiante y emocionante. Y eso sin mencionar del apartado para varios jugadores que es un pilar en la industria para toda propuesta de este estilo hoy en día.
El regreso de Homefornt se estanca en comparación con lo que había logrado el título anterior, pero cuyas ideas, con un poco más de cuidado y originalidad para su muy probable nuevo capítulo, ojalá puedan brindarnos la franquicia que sus dueños tanto anhelan: Una que nos haga acelerar el corazón.