Primero que nada, recordemos un poco. ¿Aún tienen presente qué fue aquello que los motivó a pedirle a sus padres o ahorrar dinero para conseguir una consola de videojuegos? Sin duda debe haber un momento crítico en el cual se vieron interesados en ésta industria que hoy en día presume, y personalmente estoy de acuerdo, vivir su edad de oro.
Retomando la pregunta formulada el párrafo anterior, tras conversar con diferentes amigos y conocidos, obtuve varias respuestas: Uno me comentaba que fue Metal Gear Solid de PlayStation One y sus fantásticas escenas intermedias lo cual catapultó su pasión por el medio. Otro, de mayor edad, me contaba con euforia la satisfacción que le causaba disparar a naves en galaxias lejanas con Galaga. Y finalmente, un compañero de universidad confesó con orgullo el haber adquirido su primera consola, un PlayStation 3, por la obra de Guerrilla Games, Killzone 2, culpando a un avance donde se podía ver al dictador Scolar Visari empeorando la situación entre Vekta y Helghan.
“¿Qué hay de mí?”, seguro se preguntarán. Bueno, recuerdo ser un niño maravillado de controlar a un plomero de gorra roja que cazaba estrellas a través de mundos que parecían no tener fin. Sí, gracias, Super Mario 64.
Como verán, son muy variables las situaciones que nos llevaron a estar, en mayor o menor medida, relacionados con el gaming. Ya sea por una narrativa tan semejante a la de las películas, una jugabilidad endemoniadamente divertida, gráficos extraordinarios o la búsqueda de vivir aventuras imposibles. En cierto momento existió algo que hizo click, ello nos atrapó y jamás soltó.
Estaría completamente de acuerdo si alguien dijera que en la época donde reinó el PlayStation 2 recibimos títulos inolvidables, aunque yo diría que el verdadero espectáculo llegó hasta la séptima generación de consolas. Aquí, las máquinas de Microsoft, Sony y Nintendo, recibieron una serie de maravillosos productos que se preocuparon por ofrecer ricas experiencias perfectamente balanceadas en cuatro pilares fundamentales: Jugabilidad, tecnología, narrativa e innovación.
Pongamos algunos ejemplos. Super Mario Galaxy y su secuela, en Wii, ofrecieron un sistema de control impecable que combinó perfectamente Wiimote y Nunchuck para ofrecer una experiencia tan inolvidable como divertida, a través de niveles que rindieron tributo a la imaginación del humano. Lo de Grand Theft Auto V es espectacular, la última entrega de Rockstar Games nos puso como escenario todo un estado completamente creíble, cambiante, bien estructurado y, sobre todo, vivo. La mayoría sabemos que en Naughty Dog sobrevolaron a grandes alturas con Nathan Drake y su aventura en la trilogía de Uncharted, pero el cielo lo alcanzaron al presentarnos la cruda historia de The Last of Us, la cual representó un viaje tenebroso y esperanzador que dejó ver tanto lo mejor como lo peor de las personas, teniendo como fondo una civilización que se desmorona. De igual forma es imposible olvidar Portal 2, el juego en primera persona donde no debías disparar, sino pensar antes de actuar, ideando la resolución del acertijo que planteaba cada nivel, y que iba aumentando en dificultad al avanzar, todo ello mientras buscabas sobrevivir a una desquiciada Inteligencia Artificial.
Como leerán, grandes recuerdos y sobre todo, mejores experiencias construidas sobre apasionantes ideas. ¿Pero qué ocurrió después? Pasaron los días, posteriormente los meses e inevitablemente los años. E3s, Gamescoms, Tokyo Game Shows y demás eventos fueron y vinieron, arrojándonos con ellos distintos proyectos que aseguraban maximizar el producto recibido el año pasado o el de la competencia. La emoción por dichos lanzamientos no se hizo esperar, después de todo, aquellos agregados prometían sumar frescura y renovación a sagas o nuevas propiedades intelectuales. Excelentes videojuegos siguieron llegando. Algunos ofreciendo un control más refinado, otro sector mostrando gráficos hiperrealistas, y un grupo más introducía ambiciosos modelos online.
Irremediablemente, los estudios terminaron innovando sobre lo que había sido la innovación original, ello dejó de ser innovador para pasar a ser repetición y, como si se tratara de una terrible metamorfosis, se tornó en un elemento “común”. Muy pronto nació un desgaste general en el público al ver conceptos como “gráficos increíbles”, “mundo abierto”, “multijugador robusto”, etc., como temas recurrentes durante las conferencias de las grandes corporaciones, convirtiendo a estos apartados en la estructura que debe regir cualquier propuesta, y ya no sólo para diferenciar un título de otro.
Lo que parecía un escenario lleno de posibilidades, se convirtió en una tortuosa rueda donde la falta de ideas en cómo sorprender al espectador se volvió el calvario de las compañías. Con tal de resolver esta situación, apoyada en gran medida a los propios programadores que anhelaban mayor potencia para plasmar más fielmente sus ideas, llegaron PlayStation 4, Xbox One y Wii U, lo cual parece que no ha sido totalmente la solución. “¿Un nuevo juego de mundo abierto? ¡Hagamos mucho más grande el mapa! ¿Un título bélico con gran variedad de armamento? ¡Tripliquemos el número de pistolas! ¿Nuestro proyecto promete un argumento apasionante? ¡Utilicemos la tecnología de captura de movimiento para que el juego sea protagonizado por actores de Hollywood!” Interesantes añadidos que se agradecen, pero intrascendentes, que difícilmente cambiarán el sentir del videojugador a la hora de pasar varias horas sumergido en el programa.
Un caso curioso es lo que se puede apreciar en sitios como Metacritic o Game Critics, los cuales se dan a la tarea de recolectar reseñas de todos los juegos que llegan al mercado. Allí vemos que en la mayoría de aquellos títulos pertenecientes a alguna franquicia, las primeras entregas cosecharon un mejor recibimiento por parte de la crítica especializada en comparación con los lanzamientos más recientes. ¿Por qué? En muchas casos, la secuela ofrece mayor contenido y un planteamiento más cuidado, mayor y en teoría mejor, sin embargo, fue la obra anterior la cual se caracterizó por introducir nuevas mecánicas y fórmulas que terminaron volviéndolo un producto atractivo. Allí está lo sucedido con la trilogía Mass Effect. La tercia fue aclamada por la crítica y la comunidad, pero todos coincidieron en que fue la segunda parte aquella que supo mejor perfeccionar los elementos del primer juego y añadir todavía más características para su retorno, caso contrario con Mass Effect 3, cuyo desarrollo decidió continuar lo establecido en la entrega previa. Se conserva la calidad, se sacrifica la innovación, y con ello, la posibilidad de sorprender.
Es imposible descifrar qué se puede hacer para ver títulos con planteamientos más arriesgados que vuelvan a servir como inspiración a otros estudios, los últimos meses parecen decir que la realidad virtual y aumentada es el siguiente paso para cautivar tanto a nuevos como viejos jugadores. El objetivo es claro: La completa inmersión del usuario en un ambiente virtual. Puede que aún estemos muy lejos de experimentar una realidad cercana a lo visto en películas como Avalon o Brainstorm, por lo que de momento la mejor opción no es más que el replanteamiento.
¿Quién habría pensado que algún día Metal Gear Solid abandonaría la acción lineal para apostar por un escenario de grandes dimensiones para tu total libertad? Ground Zeroes y The Phantom Pain apostaron por ello y no sólo le ha venido de maravilla el cambio, es atractiva tanto para viejos seguidores de la saga como aquellos que la probarán por primera vez. Todas las partes salen ganando. Otro título digno de mención es lo hecho por el estudio FromSoftware, a pesar de haber visto tres entregas con temáticas similares (Demon’s Souls y los dos primeros Dark Souls) su inquebrantable búsqueda de la perfección jugable y de ofrecer enemigos brutales de gran inteligencia, potencializado con las bondades del PlayStation 4, hicieron de Bloodborne uno de los mejores títulos que han salido éste año. Dark Souls III ya está en camino y su fórmula sigue creciendo y puliéndose, en beneficio del jugador.
Muchos han afirmado que hoy en día es imposible sorprender al público como se hacía décadas atrás, debido a que, según ellos, “lo han visto todo”. Puede que tengan razón, pero confío y sé, que los programadores seguirán logrando materializar obras que nos hagan disfrutar de momentos inolvidables. Allí están los indies, propuestas que no poseen las cualidades técnicas de un producto AAA de Microsoft o Sony, pero que se empeña en hacer sentir diversas emociones al usuario. Es imposible no regocijarse ante la prometida magnitud de No Man’s Sky, maravillarse con la belleza visual de Journey o conmoverse con un relato como el de To The Moon.
Claro que es una industria sorprendente y lo seguirá siendo siempre. Sólo es cuestión de, tal como exhiben algunos de los títulos ya mencionados anteriormente, arriesgar. Difícilmente veremos proyectos así de grandes presupuestos, pero si ya ha pasado numerosas veces antes, ¿por qué no de nuevo?
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