Assassin’s Creed es una de las franquicias más elaboradas y enriquecedoras que podemos encontrar dentro del mundo de los videojuegos; siempre se ha caracterizado por recrear las vivencias de personajes que aparentemente son distantes, pero terminan por entrelazarse en este vasto mundo. Sin embargo, la sobreexplotación que se le ha dado a esta serie es tal, que difícilmente pueden sorprendernos ya. Este es el caso de Assassin’s Creed: Rogue un juego que, para empezar, fue lanzado con un alto competidor perteneciente a la misma franquicia -por supuesto, hablo de Unity– y por ende no recibió la atención debida.

 

Rogue es -o al menos parece ser- el último esfuerzo de la compañía por exprimir esta saga en las consolas de séptima generación; con esto, Ubisoft concluye la trilogía de la Norteamérica colonial, situando la trama en la guerra de los siete años, entre lo visto en Assassin’s Creed IV: Black Flag y Assassin’s Creed III y con una historia presente ubicada después de los hechos de Black Flag y antes de Assassin’s Creed Unity. No es tan confuso como parece.

 

Aunque la temática de la época dorada de la piratería desapareció, el juego depende altamente del desplazamiento marítimo. Eso sí, se cuenta una nueva historia, tenemos un nuevo personaje, un mapa mucho más grande, más actividades, mayores posibilidades al mejorar el equipo personal y nuevas oportunidades para potenciar nuestro barco -el cual es ciertamente de mayor dimensión a los anteriores-. Sin embargo, aunque indudablemente los entornos siguen teniendo buena pinta al contar con un gran detalle y los efectos climáticos son de calidad, Assassin’s Creed: Rogue termina por ser más de lo mismo requiriendo así paciencia extra para limpiar el juego de actividades secundarias.

 

¿Traición o Revelación?

 

Nos encontramos ante una mezcolanza entre la tercer y cuarta entrega de la saga. En cierto momento, nos da un aire nostálgico que nos recuerda a Ezio en algunas locaciones escasamente explorables -y que forman parte de las misiones principales- como son los templos.

 

Sin embargo -y esto quizá les cueste trabajo creerlo- a pesar de estos detalles que podrían parecer contraproducentes, Shay Patrick Cormac se convierte automáticamente en el mejor protagonista de la serie desde el inigualable Ezio Auditore; el principal atractivo de Rogue sin duda alguna es su historia, algo que, en lo personal, Ubisoft supo desarrollar en esta entrega la cual, a pesar de contar con diálogos simplones, nos sitúa muy bien en el protagonismo de un templario. Ah no, pero no cualquier templario, sino en uno que alguna vez fue un asesino y cuya decisión pone en tela de juicio la moral de esta hermandad a la par que crea un nexo muy importante con el jugador: El de hacernos cuestionar la causa de los asesinos a nosotros también y replantearnos lo siguiente, ¿quién traicionó a quién?

 

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Es verdaderamente interesante el acompañar a Shay en esta transición a través de la cual pasa de ser jovial y atrabancado, a ser un hombre más viejo, más sabio y que emprende el camino en busca de nuevos objetivos y ambiciones, por supuesto, enfocado en erradicar a la hermandad y a las personas en las que alguna vez confió para detener su dominio y expansión en las colonias; estamos ante la otra cara de la moneda, y esta vez, nos encontramos con el lado más humano de los templarios y el más inhumano y carente de consideración en la historia de aquellos que creíamos los chicos buenos.

 

A lo largo de la trama nos encontraremos con personajes tanto nuevos, como conocidos, todo con el fin de atar los cabos sueltos y de dar pie a otros hilos de la madeja para futuras entregas de la franquicia. Este reencuentro de notables figuras harán que la historia de un giro crudo y evidentemente esperado -pero no por eso menos impactante- ya que al ser nosotros los templarios, es de esperarse que debamos hacer lo que sea necesario, incluso matar a quienes fueron aliados, amigos y mentores con tal de buscar la paz y la estabilidad que el mundo necesita, misma que los asesinos buscan carentes de consideración y escrúpulos, o al menos así ha sido en este contexto de la historia.

 

Lo bueno, lo malo y lo feo.

 

El juego no aporta nada nuevo al gameplay ya que a pesar de que son percibidos algunos ajustes en el sistema de combate con armas, cuerpo a cuerpo y naval, al final es esencialmente lo mismo. La mitad del tiempo se te irá en explorar ciudades, las pequeñas islas, fortificaciones costeras, arponeando bestias marinas, buscando tesoros aquí y allá, surcando los confines del mar a bordo de «El Morrigan» y experimentando lo que podemos denominar como los vestigios de lo que alguna vez fue la presencia de la piratería. Sin embargo, sí se le añade más dinamismo al juego desde el momento en el que pasas de ser el cazador a ser cazado; al ser acechado constantemente por los susurros de los enemigos que se esconden en los tejados, en la maleza o en cuanto lugar puedan a la espera de una oportunidad de hacerte su presa, por esto deberás estar alerta pues en cualquier momento podrías ser víctima de una fatídica emboscada. Además las consignas nunca se apegan a un solo lugar, siempre realizan un constante recorrido que le quitan la monotonía a las misiones.

 

Si bien el juego recicla algunos escenarios en los que ya habíamos estado antes como la hacienda Davenport o Nueva York, los desastres naturales y los cambios climáticos pulidos- los cuales se pueden apreciar en mayor medida en lugares del Atlántico Norte donde la helada es claramente perceptible -entre otras cosas, logran darle un aire un tanto… diferente, en comparación de sus antecesores, además de que las misiones de sabotaje le darán el toque distintivo a esta entrega. Aunque, hay que admitirlo, a pesar de que el juego no es malo, las primeras horas son francamente bastante aburridas. Rogue logra cobrar vida alrededor de las cuatro o cinco horas de juego, posterior a esto, es cuando comienzas a sentir que valió la pena adquirir el título.

 

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Para variar, esta vez, no habrá misiones de asesinato, en su lugar, deberemos evitar que los mensajes lleguen a los asesinos y en el peor de los casos, deberemos sabotear sus intentos por arruinar nuestros planes para debilitar así sus filas antes de que ellos lo hagan con las nuestras; también las fortalezas y territorios que liberemos, deberemos arrebatarlos de la capitanía de los asesinos para reducir su influencia en la zona.

 

Otro aspecto que frustra bastante -y que se viene dando desde ciertas entregas de Assassin’s Creed a la fecha- es que a pesar de la agilidad y fluidez del personaje, se llega a sentir torpe al no responder de la manera deseada al momento de hacer parkour, además de que ilógicamente no tienes acceso a determinadas áreas que le resultan imposibles de escalar aún cuando le veas mil y un formas para treparlas en base a las capacidades de Shay.

 

En el ámbito musical, Rogue es sencillamente decente, no es increíble, pero tampoco es una aberración, el mayor problema en esto es que algunas de las composiciones son recicladas y esto se aprecia de mejor manera en las salomas (aquellos cánticos que entonan los tripulantes a bordo del navío), por ejemplo, siendo este el aspecto melódico que más destaca en este juego y donde podremos reconocer algunas piezas ya vistas en Black Flag para posteriormente encontrarnos con otras que simplemente no figuran ni se adhieren de forma alguna al jugador. Fuera de eso, ninguna otra composición se hace memorable a lo largo del juego.

 

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Lo que definitivamente apruebo en esta ocasión, es la forma en que Assassin’s Creed: Rogue consigue hilar los juegos anteriores, y a su vez, funciona como una perfecta introducción para Assassin’s Creed Unity, además de que si eres de los jugadores minuciosos que leen detenidamente cuanta información te revelan en Abstergo Entertainment, podrás comenzar a especular sobre las futuras intenciones de la franquicia y fantasear con una que otra posibilidad, por ejemplo, el saber que los templarios investigan la existencia de «El Ankh de Isis» -un objeto que al parecer tiene la capacidad de revivir a las personas según los datos registrados por asesinos anteriormente- podría ser información valiosa que sirva como argumento para una entrega en el antiguo Egipto, o quizás para dar otro giro a la trama y toparnos con la posibilidad de ver a viejos personajes de regreso. Por otra parte también podemos especular a partir de una grabación en Abstergo de Otto Berg en el que se describe una experiencia vivida a través de su antepasado vikingo, si a esto le sumamos una espada y un atuendo de origen nórdico al que posteriormente tendremos acceso, Rogue se estaría convirtiendo en todo un baúl de secretos que guarda entre líneas el futuro de la serie. Eso es lo maravilloso de esta franquicia, tener tanto campo que explotar siempre y cuando Ubisoft le de la estructura y el ritmo correcto.

 

Veredicto.

 

Claramente Ubisoft se relajó con este juego y decidió no experimentar más con la saga -al menos en la pasada generación de consolas-. La compañía se concentró en hacer lo que ya sabe hacer en el campo que ya tiene dominado o cuando menos, conocido, para hacer así de Assassin’s Creed: Rogue, una despedida decente abriendo al paso, al mismo tiempo, al campo next-gen. Lo malo de todo esto es que las innovaciones, el giro en el contexto y el cambio en la ambientación se lo llevó ya Assassin’s Creed IV: Black Flag en su momento. El juego tiene un toque fresco, sin embargo, no resulta lo suficientemente bueno como para revivir el interés de quienes ya lo han perdido, y mucho menos, revive la saga; simplemente se queda en un punto neutral.

 

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