Dune es una de las obras más importantes de la ciencia ficción que existen. Su narrativa, estructura, conceptos y desarrollo han permeado de una u otra forma en los diferentes hitos de la cultura pop que adoramos hoy en día, desde Star Wars hasta Game of Thrones. Pero su complejidad le ha impedido sobresalir más allá del papel, siendo el presupuesto y las prisas su peores enemigos en intentos anteriores de llegar a la pantalla grande. Denis Villeneuve sabía que si quería llevar Dune al cine tenía que ser paciente, tanto en la producción como en el ritmo de la película, lo que en nuestros frenéticos días de consumismo es todo un riesgo.
Dune de Denis Villeneuve llega a la pantalla grande adaptando apenas una pequeña parte de la primera novela de esta saga, escrita por Frank Herbert. Sin embargo, la visión del director no está apuntando a los personajes que vemos en pantalla, sino al mundo y sus inmensas dimensiones. Claro, tenemos la misión de Leto Atreides para dirigir el hostil desierto de Arrakis. Al mismo tiempo que vemos a su hijo Paul descubrir su camino mesiánico en un mundo que nunca antes había contemplado. Pero ambos personajes palidecen ante la inmensidad del universo, y su desarrollo es apenas palpable para la audiencia.
Queda claro que el conflicto espacial que enfrenta la Casa Atreides es más grande que sus líderes, pero hay tanta información al comienzo de la cinta entre nombres de las casas, planetas, sustancias, ideas políticas y el conflicto general de la trama, que tenemos que estar muy predispuestos a encontrar algo en Dune para que nuestra atención no se disperse. En caso contrario la trama sigue adelante, pero como audiencia podemos quedar un tanto alejados de los personajes, perdiendo interés en los eventos, y provocando que las más de dos horas y media se vuelvan complicadas y difíciles de soportar.
Importante señalar que la trama no es compleja por sí sola, pero es la forma en que Denis Villeneuve cuenta la historia lo que juega en contra del espectáculo. Tanto el cast como los efectos especiales, el viaje del héroe o los recursos a partir de sueños y mitos del universo están ahí para ser explotados, pero Villeneuve opta por un tratamiento solemne, contemplativo y que busca rendir homenaje a la obra original antes de apuntar a ser un blockbuster de verano. No está mal, y hasta se agradece la atención a los detalles que le imprime el director a cada toma, diseño de vestuario, la hermosa fotografía y el soundtrack, pero no es algo que todo el mundo pueda aceptar tan fácilmente.
Dune puede sentirse pesada, complicada y demasiado exagerada. Extrañamente, los avances liberados parecen apuntar a otro tipo de película, una en donde la acción forma parte importante de la historia, mientras que los pocos pero ruidosos fans probablemente hayan elevado algunas expectativas erróneas para el público que va al cine de forma más casual. Si ya estás predispuesto y te emociona todo lo que has visto hasta ahora, lo único que te podemos recomendar es que busques la pantalla más grande que tengas disponible, en IMAX es simplemente majestuosa y se escucha tan impresionante como se ve.
Dune quiere sentar las bases de una saga, lo que en manos de Villeneuve se traduce a una introducción de todo lo que podría explotarse a partir de la obra original. Dune ahoga las emociones alrededor de un clímax que parece construirse durante los más de 120 minutos, pero que tendrá que esperar a que la taquilla sea lo suficientemente sólida como para producir una secuela.