Edgar Wright regresa tras varios años desde su última cinta y luego de un par de retrasos provocados por la pandemia para mostrarnos una versión más madura de su obra. Afortunadamente todo lo que nos ha encantado desde Shaun of the Dead, Scott Pilgrim o Baby Driver se mantienen intactos.
Last Night in Soho (o Misterio en Soho, como se le conoce en México y América Latina) es un thriller psicológico que se apoya de eventos paranormales para mantener la tensión del espectador durante gran parte de la cinta. Sin embargo, Edgar Wright experimenta con otros géneros para hacer más sustanciosa la trama, pasando de una comedia romántica a un musical de forma sutil; cuando menos nos damos cuenta hemos dejado muy atrás el júbilo y la belleza para experimentar todo lo contrario.
Eloise (Thomasin McKenzie), una joven estudiante de modas, se muda a Londres desde un pequeño pueblo para convertirse en diseñadora. Pero la ciudad rápidamente le da la espalda, y en cuestión de horas sus ilusiones se ven opacadas por las miradas perversas de los hombres y la nefasta actitud de sus compañeras de clase. Por si la vida diaria no fuera suficiente, Ellie es constantemente afectada por un “don” que le permite ver a su madre muerta, y que en la ciudad ha cobrado mayor fuerza a través de la presión que ha caído sobre ella.
Para escapar de su abrumador nuevo estilo de vida, Ellie se muda a un viejo departamento en Soho, un lugar solitario en el que una anciana despreocupada es la única persona con la que tendrá contacto. Este nuevo hogar le ha permitido a Ellie reencontrarse sin remordimiento con sus viejas costumbres: escuchar y relajarse con música de la década de los sesenta. Tras una infancia complicada a raíz del suicidio de su madre y una casa llena de recuerdos sobre la era que vio nacer a The Beatles y las películas de James Bond, Ellie ha forjado una personalidad que rinde culto a Audrey Hepburn, así como a una década que en nuestros días solo vemos como un sueño dorado.
Inmersa en la música de un viejo tocadiscos y un disco de The Kinks, Ellie termina en un sueño que más bien parece un poderoso y hermoso recuerdo. Sandie (Anya Taylor-Joy) entra en acción para tomar el lugar de Ellie y transportarla a la década de los sesenta. Y sí, Sandie también está buscando cumplir sus sueños en Londres, pero cuando parece que el final feliz se acerca, Ellie es testigo de los horrores detrás del telón, los maltratos y la manipulación de una joven aspirante a cantante. Cada vez que Ellie sueña, la horrible vida de Sandie sale a la luz, con el único propósito de buscar justicia en el presente.
Teniendo en cuenta el contexto de la sociedad actual, Last Night in Soho toca fibras dolorosas sobre cómo le rendimos culto al pasado sin ir más allá del glamour y las historias de éxito. Al mismo tiempo, la historia de Ellie y Sandie parece repetirse, con nuevos villanos y armas menos letales, pero con un efecto igual de doloroso para las víctimas. Cuando nuestra terrible realidad comienza a pintar la trama de la película es cuando descubrimos el verdadero terror detrás de la obra.
A pesar de la densa atmósfera que cae sobre el espectador, el director consigue un ritmo emocionante a través de la música y una edición que se mueve ágilmente entre la perspectiva de Ellie y Sandie, con paralelismos clave entre ambas y un montaje que nos invita a desentrañar el misterio. Pero lo que más destaca es la madurez de Edgar Wright para poner una historia fuerte y tensa entre su catálogo, dejando de lado sus gags más comunes, pero conservando la esencia de su cine, entre referencias a la cultura pop y tomas dinámicas. Hay elementos que se pueden sentir desaprovechados en algunos momentos, pero se nota que hay un gran futuro para esos detalles sin pulir.
Last Night in Soho es capaz de tocar fibras sensibles en un mundo que vive añorando el pasado, al mismo tiempo que desea eliminar sus elementos más conservadores. El mismo Wright se atreve a señalar los peores momentos de una época que retrata con amor desenfrenado. Last Night in Soho es una crítica a la nostalgia, un recordatorio de que no todo tiempo pasado fue mejor.