En 2017 la serie estrella de Ubisoft cumple 10 años de haber sido lanzada para el Xbox 360 y PlayStation 3. Una década de altibajos, pero con fuerza suficiente para ganarse una buena cantidad de seguidores en tiempo récord, increíbles ventas con cada nueva entrega y un interesante universo expandido por libros, cómics y, lo que hoy nos compete, una película.
Assassin’s Creed es la primera apuesta de Ubisoft por llevar sus juegos a las pantallas de cine, una oportunidad de consolidar sus propiedades más importantes ante una audiencia mayor, con el riesgo de solo aumentar lo que para muchos es una evidente sobreexplotación de sus personajes y experiencias en la industria de los videojuegos.
Afortunadamente, y de la misma forma que Warcraft lo hiciera el año pasado, la película protagonizada por Michael Fassbender es una producción bien lograda dentro de los enormes estándares actuales de la industria cinematográfica. Una historia sólida, que seguro tendrá continuación en los años venideros, y un proyecto que hace un sincero homenaje a los 10 años que llevamos conociendo al Credo de los Asesinos.
Como es costumbre en Assassin’s Creed, la historia de la película nos coloca en una pelea más entre los Templarios y los Asesinos, una lucha que se desarrolla desde hace cientos de años y que hoy se aprovecha de la forma de vida actual para dar continuidad a su guerra. Nosotros seguiremos los pasos de Callum Lynch, heredero del asesino español Aguilar de Nerja. Así, toda la cinta gira alrededor de ambos personajes, un viaje entre el Credo del presente y la forma en que los Asesinos protegieron sus ideales en el Siglo XV.
Condenado a muerte, Lynch encuentra la salvación en Abstergo, una organización dedicada a eliminar la ira en la humanidad. Para Abstergo la cura de dicha enfermedad se encuentra en la vieja creencia religiosa del Fruto del Edén, un artefacto que tiene la capacidad de controlar el libre albedrío en la humanidad, hacerse con dicho objeto es la prioridad número uno de la compañía y la única razón por la que Callum Lynch sigue con vida.
Nuestro protagonista es el último descendiente de Aguilar, quien a su vez fue la última persona en conocer el paradero del Fruto del Edén. Por medio del Animus, un dispositivo diseñado por Abstergo para hacer que el huésped reviva la vida de sus antepasados por medio de sus genes, los descendientes de los Templarios buscarán localizar el mítico objeto para controlar de una vez por todas a la humanidad.
Se agradece que la historia de la cinta tenga paralelismos a lo que conocemos de los juegos, incluso que el tratamiento de algunas ideas sea similar a lo que ya hemos visto. Dicho punto se representa mejor con las escenas de acción: desde los movimientos de los asesinos, las persecuciones, los saltos por las azoteas y las vistas panorámicas.
Justin Kurzel optó por presentar secuencias completamente inspiradas en las misiones habituales del juego. Un asesinato que desencadenó una enorme persecución por la ciudad, misma que no se detendrá hasta que los perseguidores pierdan el rastro de los asesinos o mueran ante una buena dosis de la navaja oculta, bombas de humo y golpes bien coreografiados.
Asesinos, Templarios, el Fruto del Edén, Animus, descendientes, libre albedrío, cada uno de dichos elementos ha formado parte de más de un juego desarrollado por Ubisoft. Cada uno de ellos ha servido para atraer a los jugadores año con año y hacer crecer la base de usuarios de manera radical. Lamentablemente, Assassin’s Creed apela tanto a sus fanáticos, que una buena cantidad de la audiencia queda fuera de la jugada en poco tiempo.
Tampoco es que la película sea perfecta. Su principal defecto lo encontramos en algunas decisiones de los personajes que parecen haber salido de la nada o que fueron gestadas de manera apresurada. Quizá por el contexto previo que tenemos por lo juegos o la forma en que retrata lo visto en la saga de Ubisoft, pero Assassin’s Creed sí logra dar un paso adelante sobre lo que serán las próximas adaptaciones de videojuegos en el cine.