La Bella y la Bestia se convirtió en el primer filme animado en estar nominada a un Oscar como “Mejor Película”, siendo quizá la prueba más contundente del potencial que guardaba el cuento de hadas entre Bella y Bestia. Pieza clave de una década, parteaguas en la vida de toda una generación y referencia inmediata entre los múltiples clásicos Disney; razones sobran para pensar siquiera en llevar dicha historia a la pantalla grande en live-action.
Respetando por completo la esencia de la cinta animada, con algunos toques de contexto y los cambios necesarios para que no todo parezca fantasía, Beauty and the Beast termina siendo un producto abierto a todo el mundo. Desde aquellos que regresan al cine por su dosis de nostalgia, hasta para los que ni siquiera hayan visto la versión de 1991. Eso sí, siempre y cuando estén conscientes de que la narrativa de la historia es por medio de un musical.
Todo inicia con la maldición que una bruja deja caer sobre un apuesto Príncipe (Dan Stevens), quien buscaba el amor de la manera incorrecta, menospreciando en el camino a todos aquellos que no pudieran igualar su belleza. Dicha actitud lo condenó a pasar el resto de sus días, junto a todos sus sirvientes, transformado en una bestia, olvidado en la soledad de su inmenso castillo, hasta que pudiera encontrar el amor reciproco en una carrera contra el tiempo.
Los años pasaron y la soledad de la bestia parecía convertirse en su única realidad. Por fortuna, una serie de accidentes llevaron hasta su puerta a una joven hermosa (Emma Watson), completamente inadaptada de su vida en una aldea cercana y con coraje suficiente para hacer frente a la bestia con tal de proteger a su familia. Con algunos tropiezos, pero la relación entre ambos personajes crecía de manera inesperada, esperando el momento indicado para explotar en el corazón de ambos protagonistas.
Emma Watson tiene en Bella lo que probablemente sea la mejor actuación de su carrera, con todo y la parte musical, en donde además resulta ser una agradable sorpresa. El mismo efecto lo tiene Luke Evans como Gaston, quien se apodera del papel con una excelente recreación del arrogante villano. En inglés la música se escucha increíble, teniendo un estilo Broadway en todo momento. El doblaje en México resulta igual de efectivo, con la carga emocional correspondiente a lo que nos tocó escuchar la primera vez.
Como mencionamos, la historia animada se ha trasladado casi por completo al mundo real. Siendo la más parecida de todas las versiones live-action de Disney que hemos visto en los últimos años, volviendo esto una interesante disputa entre su mejor virtud y la necesidad de calcar la obra original. Por un lado, el clásico puede presentarse a nuevas generaciones sin problemas, quejas o similares reacciones sobre lo visto en los noventa. Mientras que los más exigentes podrán preguntarse: ¿por qué volver a hacer la misma película?
La Bella y la Bestia funciona cuando revives la nostalgia de las canciones, los chistes entre los objetos vivientes, los diálogos que escuchamos hace 26 años o solo cuando recuerdas la primera vez que viste aquel baile entre Bella y Bestia. Para los demás funciona de manera similar, aunque con menos espectacularidad, y por supuesto, un cariño inexistente por la obra. Para algunos puede resultar molesta la narrativa musical, pero ahí tiene que ver más la cuestión de gustos que la efectividad de las canciones.
Sin embargo, el efecto de nuestros tiempos tiñe de forma negativa algunos momentos de la cinta. Sin entrar en detalles, ¿por qué Bella no escapa de la Bestia si nada la detiene? O –mi favorito personal- ¿una mujer cayendo rendida ante el príncipe? Los tiempos han cambiado, y hoy las historias se ven más beneficiadas por una Elsa o Mérida, que por una Bella.
Beauty and the Beast nos entrega lo que promete, con algunas canciones, personajes y escenas, nuevas, como si se tratara de una versión extendida de la cinta animada. No hay sorpresas, peros si efectividad, con una fórmula atractiva para la taquilla y un brillante homenaje a un clásico que por más cariño que le tengamos, ya es viejo para la gran mayoría que pagará el boleto para entrar al cine.