Hasta hace unos años PIXAR era como Nintendo: nada le salía mal y en caso de que algo fallará la realidad es que el mundo le perdonaba todo a ambas. Como no podía ser de otra manera dentro de la industria, los errores o, mejor dicho, la fórmula dejó en evidencia a ambas compañías, lo que terminó por generar una especie de reto personal sobre la forma en que desarrollaron sus próximos proyectos.
Tras el estreno de Intensamente parecía que recuperamos al PIXAR de los primeros minutos de Up o Toy Story 3. Luego llegaron las decepciones con Un Gran Dinosaurio y Buscando a Dory. Para el estreno de Cars 3 nuestras expectativas bajaron tanto que nos encontramos con una gran sorpresa. Y es que a pesar de que Coco toma una de las tradiciones más increíbles de nuestro país, creo que antes de que la cinta se estrenará en el FICM, el hype por el regreso de PIXAR no era el mismo que en la década pasada.
Y es ahí donde el mundo se equivocó. PIXAR volvió al nivel que nos tenía acostumbrados, superando la parte visual al adueñarse de toda una tradición y usarla como vehículo para destruir nuestras emociones en secuencias tan típicas y enternecedoras que no entendemos cómo es que nadie lo veía a venir. En simples palabras y como fan de PIXAR: es como si las escenas más conmovedoras de todas las películas del estudio se unieran para presentar el acto más noble y hermoso que la animación occidental ha tenido el placer de estelarizar.
Para cuando nosotros llegamos a COCO nos encontramos ante una historia tipo “telenovela”. Los ancestros de Miguel se conocieron por el talento musical de su tataraabuelo y tataraabuela; lamentablemente el primero prefirió la fama antes que la familia y abandonó a su esposa e hija. La niña de esa historia siguió los pasos de su madre, quien aborreció la música por el resto de su vida y se dedicó a hacer zapatos como negocio familiar. Pasaron los años y la música quedó en el olvido… hasta que el pequeño Miguel decidió que hacer zapatos no era su futuro, sino cantar para el mundo las canciones más bellas de la historia.
Y volviendo a la parte de telenovela: la familia de Miguel no está de acuerdo con su decisión; el niño tiene un ataque de ira y dice odiar a su familia y su tradiciones; y por un gran acto del destino el joven logra traspasar la barrera entre los vivos y los muertos durante la noche del Día de Muertos para encontrarse con sus ancestros y descubrir la importancia de sus familiares. Una historia sencilla, por supuesto, pero llena de momentos clave en el desarrollo que la hacen trascendental para un país con tradiciones y valores familiares tan arraigados como los de México.
Desde Ratatouille no veíamos un PIXAR tan metido en la creación de un mundo fantástico. Michoacán es la base de toda la historia: lugares, personas, colores, ropa, decoración y la tradicional noche del 1 y 2 de noviembre. Sin embargo, hay momentos en los que pareciera que esa conexión con México es forzada, como una especie de estereotipo. Probablemente en el ámbito internacional pase desapercibido, pero si vives en la CDMX es probable que pienses: “así no celebramos el Día de Muertos”.
Esa primera parte de la historia fue la que me dejó poco satisfecho e incluso me llegó a parecer un tanto genérica. Entre en una especie de conflicto por la forma en que celebró dicha fecha y su representación… supongo que debe ser un conflicto típico para ese tipo de eventos cinematográficos. Una vez que llegamos al mundo de los muertos y veo como PIXAR da una presentación mágica a la tradición y se la presenta al mundo de forma tan conmovedora, mis dudas sobre todo lo que había pensado se disiparon y me atraparon por completo. Mi único problema es que PIXAR le ganó a México ese espectáculo.
Hablar de los elementos técnicos está de más; el estudio logra maravillarnos con su animación y su estudio de la tradición. Como la secuencia inicial del papel picado con una técnica muy hermosa y una historia de fondo con un humor que incluso es bastante actual. De igual manera las canciones y su uso durante la historia. Y por último, el brillante manejo de personajes, incluyendo aquellos que solo parecen un gag y que se convierten en seres mágicos que son retomados de cuentos y leyendas de nuestro país. PIXAR, GRACIAS.
Terminó la película y la sala estaba llorando. Quiero volver a ver COCO, pero sé que voy a necesitar pañuelos y mucho corazón para poder entregarme a su historia de la misma forma que la primera vez. PIXAR está de regreso y es probable que un montón de premios, por decir lo menos, caigan en manos del estudio durante los próximos meses. Encantadora de principio a fin. Necesitábamos COCO en nuestras vidas.