The Matrix logró todo lo que el mundo esperaba que el Episodio I de Star Wars hiciera en 1999: cambiar la forma en que vemos la ciencia ficción. Mientras George Lucas vendía cajitas felices con Jar Jar Binks, las hermanas Wachowski lograron concebir toda una filosofía alrededor de la incertidumbre del Y2K, las computadoras y el Internet. The Matrix le dio estilo a toda una generación a través del bullet time y una lluvia de código verde. Aquella primera cinta marcó un antes y un después para la ciencia ficción, al tiempo que sentenció el destino de las directoras, quienes por más que lo intentan no han logrado igualar aquella hazaña. Más de 20 años después, Neo regresa para retomar su papel como El Elegido, pero el mundo es muy diferente, y necesitará más que una hermosa gabardina negra para sorprender a la audiencia.
Matrix Resurrections es una continuación directa de la trilogía original que vimos entre 1999 y 2003, solo que para mantenerse en tendencia, la película ofrece una presentación que se siente como un reboot a la The Force Awakens. O sea, nos encontramos ante un montón de referencias y fanservice de las películas clásicas, pero con un estilo y narrativa que busca actualizar conceptos, personajes y ponernos al día sobre el tiempo que estuvimos fuera de la matrix. Dentro de esta cinta el concepto de soft reboot permite que la nueva historia tenga una presentación más interesante, jugando con ideas que nos bombardean día con día en las redes sociales como el capitalismo voraz o la poca originalidad en la industria del entretenimiento.
Estos primeros minutos de Matrix 4 apuntan a una idea “fresca e innovadora”, la cual logra hacernos sentir dentro de un ambiente familiar y que emociona por su referencias al pasado. Dentro de la trama nos encontramos con un Thomas Anderson exhausto, confundido y lleno de miedos por las visiones que lo atormentan. Estos pasajes parecieran mostrar una vida pasada, en donde él ha sido el héroe que el mundo necesitaba. Sin embargo, lo que está viendo es solo una proyección que su imaginación ha armado, inspirada por su trabajo en una trilogía de videojuegos conocida como The Matrix. Thomas no está viviendo en una simulación, solo está parado en la monótona y triste realidad.
Lana Wachowski sabe que la cuarta parte de The Matrix no ha llegado por amor al arte, y se burla por completo de esta secuela de forma inteligente… al menos al principio de la cinta. Después de un rato la burla se diluye a través de un ritmo poco emocionante, secuencias de acción esporádicas y una historia que se revuelve solo para mantener el toque confuso de forma poco natural. Matrix 4 parece conectar de forma ingeniosa con las ideas de la película original, y constantemente le rinde homenaje a secuencias, diálogos y simbolismos que vimos en 1999; al punto en que la edición nos pone las escenas viejas y nuevas para no perdernos. Pero toda esa nostalgia y su razón de ser solo están ahí para ocultar una historia poco ambiciosa.
A la par de la aburrida vida de Thomas, dentro de la matrix nos encontramos con los seguidores de El Elegido, una serie de personajes que sobrevivieron a la guerra contra las máquinas y que han encontrado su verdadero camino al entrar en contacto con Neo. Su misión principal es encontrar a Neo, traerlo de regreso y volver a encender la llama de la esperanza. Sin embargo, estos personajes no se han dado cuenta de su valor, y pierden el tiempo trayendo de regreso a los protagonistas de las primeras películas en vez de convertirse en las nuevas estrellas. Una vez más la nostalgia juega en nuestra contra, y terminamos ante un concepto que se pierde al intentar satisfacer a los nostálgicos.
Si en algún momento de la vida Lana Wachowski declara que Matrix 4 fue la única forma en la que pudo jugar con el sistema y evitar que Warner Bros. le entregará su franquicia a cualquier otro director… definitivamente le creería. Y es que cuesta trabajo entender cómo los primeros minutos de la película terminan con una pelea anticlimática, y un final que nos deja prácticamente donde empezamos. Básicamente se repitió la película original, sin la espectacularidad y la fuerza de cambio que sí vimos en el ‘99. Si la intención de parodia culmina con la escena post créditos, estamos ante una obra maestra del engaño. Pero hasta que eso no se confirme lo que tenemos frente a nosotros es una verdadera decepción.
Por otro lado, Matrix Resurrections regresa a Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss, quienes son cómplices totales de Lana Wachowski en su intento por burlar al sistema. Reeves apenas y habla, y sus secuencias de acción están lejos de lo mejor que le hemos visto en los últimos años (o sea John Wick). Mientras que Trinity parece ser solo un cameo, hasta que el tercer acto se enfoca por completo en ella para defender la agenda personal de la directora. Esto último nos deja ante diálogos y bromas que solo entiendes si sabes qué ha pasado con Lana desde la primera película, y aunque esos mismos momentos apelan a la idea general de burlarse de esta entrega, aportando un poco de dimensión a la visión de la autora, no son suficientes para salvar el barco y Matrix 4 sigue siendo decepcionante.
2021 parecía un buen momento para regresar a la matrix, sin la necesidad del pretexto de un aniversario, pero si bajo la sombra de esa incertidumbre que nos sigue generando la tecnología y las personas detrás de ella. Lamentablemente, Matrix Resurrections parece reflejar la pelea interna entre el estudio y su creadora, una lucha por el dinero y el poder de un autor. No hay una decisión que le permita vivir libre y plena a Lana Wachowski. Lo que se traduce a una película sin alma como lo es Matrix 4.