Mi compañero César aseguraba en el último podcast de esta casa que: «Los jugadores casuales ya no son tan casuales». Dude un momento, luego reflexioné un poco y rápidamente estuve de acuerdo con él, casual ya no significa inexperto. Pero comencemos por el principio, es bien sabido por todos que Nintendo logro de largo su objetivo de atraer al inagotable mercado casual con sus consolas de pasada generación, los más de 100 millones de Wii y 150 millones de DS vendidos avalan este éxito sin lugar a ninguna duda, a partir de ese momento el «jugador casual» como lo conocíamos sufrió una intensa metamorfosis al estilo kafkiano, que lo llevo de blanco a negro en cuestión de pocos años.
Pero antes de continuar debemos contrarrestar la omnipresente ilusión de conocimiento, aclarando algunos conceptos esenciales: primero ¿Qué significa videojugador casual? Si por el neologismo videojugador entendemos a la persona aficionada habitual a los videojuegos, gamer no es más que el anglicismo de dicho termino. Videojugador casual es entonces una persona que dedica aleatoriamente parte de su tiempo (por casualidad) a los videojuegos, sin ningún tipo de patrón frecuencial. En este sentido «gamer hardcore» cuya traducción sería algo así como videojugador serio, no es más que un redundante confuso para referirse a ese selecto grupo de personas que hace de los videojuegos su estilo de vida.
Esta triple diferenciación (casual, regular y hardcore) ha sido conocida y manejada por los profesionales del área, me atrevo a decir que desde el nacimiento de la industria misma (¿o es que me van a decir que el diseño de Mario no fue pensado para atraer a todo tipo de personas?) y su inclusión en la cultura popular debió producirse algunos años después de la masificación del fenómeno videoludico (digamos quinta generación de consolas). A los ojos de las grandes empresas todo el que no juegue regularmente es un jugador casual en potencia perfectamente monetizable, pero su interés en el mercado termino por explotar gracias al empeño de Nintendo.
Esas endebles lineas que hacían lo que como podían para mantener esta difusa división, sufrieron el golpe de gracia con la masificación de los smartphones que ha implicado una suerte de «casualización del videojuego», en la cual al estar al alcance de todos, todos han mejorado sus habilidades generales videoludicas que eran el único parámetro real que diferenciaba una odiosa etiqueta de otra. Si no lo creen, pregúntense entonces como un juego de la dificultad de Angry Birds, el más reciente Flappy Bird o puntuaciones de más de 400 niveles en el ultra popular Candy Crush han logrado ser todo un éxito en lo que todavía llamamos erróneamente jugador casual. Que para rabia del «jugador serio», estos retos representan un nivel de exigencia mucho más alto de lo que nos tiene acostumbrada la suavizada (coff coff -casualizada- ejem) industria tradicional hoy en día (al margen de sagradas excepciones como Dark Souls).
En mi humilde opinión cualquier tipo de intento clasificatorio humano según cualquier parámetro (gustos, apariencia, personalidades, comportamientos, etc.) me resulta despreciable más aún porque en manos de la maliciosa cultura popular pierden su sentido de diferenciación neutral original para integrarse a un sistema de clasificación claramente discriminatorio, como las concepciones que se tienen (o quiero creer que se han tenido) de Nerd, Gamer, Geek, Fitnees, Hipster, cerebrito, forever alone, populares, goticos, emos, freak y muchos otros tipo de etiquetas estúpidas (notesé la influencia anglosajona). Por lo cual apoyo incansablemente la abolición de este tipo de sistema diferenciador injustificado de personas dentro de nuestra industria, ello se lo dejo a las grandes empresas. Como nos enseñó Andrew Ryan en Bioshock: ni casual ni hardcore, solo jugadores.